“En aquel momento, yo no quería ser Pelé”, es la frase que evoca la angustia que vivió en las horas previas a la final del Mundial de México ’70. Mira al horizonte, las olas golpean contra las rocas mientras una baranda es el soporte que las piernas, cansadas, ya no entregan. La cámara empieza a alejarse y lo muestra diminuto ante la inmensidad del océano. Es un hombre solo, melancólico. El mismo que confiesa que el mayor premio no era el trofeo sino el alivio. Es el rey sin su corte.
Hace unas semanas, el 23 de febrero exactamente, Netflix estrenó el documental “Pelé”, así, a secas, sin calificativos rimbombantes ni revisionistas. “Pelé” es una entretenida película que recorre la carrera de Edson Arantes do Nascimento, desde sus orígenes en el pueblo Tres Corazones en Minas Gerais, hasta el clímax de su carrera en México, donde sería coronado como el Rey del fútbol. Fue dirigida, con habilidad, por los británicos David Tryhorn y Ben Nicholas y producida por el ganador del Oscar Kevin Macdonald, para Pitch Productions, la división audiovisual de Pitch International, una reconocida agencia de marketing deportivo con sede en Londres. La productora ya había lanzado en 2020, en la plataforma de Amazon, la serie “Tudo o Nada” sobre el recorrido de la selección brasilera en la Copa América de 2019.
El documental, como género cinematográfico, existe desde que los hermanos Lumière inventaron el celuloide. En sus inicios era un reflejo fiel de la realidad pero con la evolución de las formas narrativas y la tecnología, el documental es más bien una interpretación creativa de la realidad y toda interpretación es subjetiva. El documental se ha convertido, también, en el nuevo formato para patrocinar a equipos, clubes o a deportistas individuales. Tenemos ejemplos infumables como el “Messi”, dirigido por Alex de la Iglesia, o maravillosos como “The Last Dance” sobre Michael Jordan. Y este “Pelé” de Netflix, también abona a la construcción del mito.
El brasilero cuenta, desde el 2009, con los servicios de marketing de Joe Fraga, un norteamericano veterano en el manejo de comunicaciones e imagen, quien estuvo al lado del expresidente Bill Clinton en sus momentos más difíciles. Fraga le dijo a UOL Esporte, en 2016, que tenía una relación fantástica con Pelé, que respetaba sus decisiones pero “yo tengo la palabra final”.
Y fue Joe Fraga quien decidió que era buen momento para hacerle saber a las nuevas generaciones que, mucho antes de Messi y Cristiano, mucho antes de la Play Station, un hombre había logrado más que ellos. Un solo jugador hizo más de 1000 goles y fue campeón del mundo 3 veces con su selección. El director David Tryhorn contó en una entrevista reciente: “Lo que realmente queríamos hacer cuando nos propusimos hacer la película, en primer lugar, era contextualizar a Pelé, decirle a la gente por qué este tipo era tan importante, por qué ganó su estatus de mítico. Es Pelé. Es el mejor de todos”.
En un salón amplio, austero, con unos inmensos ventanales al fondo de blancas persianas, hay una silla solitaria. La iluminación es débil. Por la izquierda de la pantalla ingresa un hombre, empujando un andador. Sabemos que es Pelé aunque la iluminación es tan tenue que no se detalla. Pasan 15 segundos hasta que llega a la silla, se sienta y con su mano derecha aleja el armazón con desdén. El mejor atleta del siglo XX necesita un andador para avanzar, es un símbolo en sí mismo: los reyes también se desvanecen.
Durante 125 minutos, Pelé irá contando su vida con la complicidad de su hermana, su tío, entrenadores, compañeros de equipo, periodistas, músicos y políticos. Desde su infancia pobre, en una zona rural de un país inmenso, hasta convertirse en el primer millonario del fútbol. De ser un lustrabotas hasta ser el Rey que coronó su brillante carrera conquistando para su país la Copa Jules Rimet en la justa mexicana del año ´70. Mundial al que no quería ir pero fue prácticamente obligado por la presión del periodismo, los hinchas y del mismo gobierno de su país. Las imágenes de archivo son una delicia para el espectador que será conducido a través de un hilo narrativo acompasado. Como pieza audiovisual no tiene desperdicios. Un montaje ágil, con un ritmo constante, acompañado de una sólida banda de audio con músicas originales y efectos bien pensados. No descubriremos que los británicos saben hacer documentales. Pero lo más rico de este trabajo no está en su forma, sino en el oficio de sus realizadores para alejarse del empalago y mostrarnos a un hombre que, como todos, tiene sus inmensas virtudes y sus miserias.
Adorado por los mayores de 50 años, quienes no dudan en posicionarlo como el mejor jugador de todos los tiempos, y desconocido por los nacidos después de la década del ‘70, Pelé fue Tricampeón mundial, el primero en Suecia con tan solo 17 años. Hizo 12 goles en 14 partidos jugados en la Copa de la FIFA. Fue dos veces campeón de la Copa Libertadores de América e Intercontinental con el Santos. Se retiró de la selección de Brasil con apenas 30 años. Dejó un récord de 1283 goles en 1367 partidos, dice el documental. Y Mario Zagallo, ese viejo lobo de mar, quien fue compañero y DT del astro, lo resume con simples palabras: “Pelé fue todo. Todo lo que puedas imaginar, Pelé lo fue”.
A Pelé se le atribuyen dos cosas importantes: transformar la autoestima del pueblo brasilero y hacerlo sentir orgulloso de su nacionalidad y, la otra, su falta de postura sobre temas transversales para la sociedad de su época: la dictadura militar y el racismo de un país donde la mayoría de la población es de raza negra pero carece de oportunidades.
En un momento del documental, el músico Gilberto Gil, quien fue ministro de Cultura en años recientes, dice: “Pelé era una estrella brillante que, de repente, resplandecía en el cielo negro de la vida brasilera. Él era el símbolo de esa fuerza victoriosa brasilera que apuntaba a un país más justo, un país más alegre”. En otro momento, mientras se ven imágenes del futbolista siendo recibido por el dictador Emílio Garrastazu Médici, su excompañero Paulo Cézar Lima, “Caju”, dice de él: “yo opinaba que su comportamiento era el de un negro sumiso, que acepta cualquier cosa, que no contesta, que no critica, que no juzga… Porque una opinión de él relacionada con eso impactaría mucho, principalmente en Brasil”. En esa dicotomía transcurre el documental, y su vida misma, por un lado adorado y por otro criticado.
Los realizadores logran del astro, y de su asesor de imagen, algunas concesiones, como cuando uno de ellos le pregunta, directamente, si la dictadura le cambió algo y el ídolo responde, sin vergüenza alguna: “No, el fútbol continuó igual. Al menos para mí no hubo ninguna diferencia”. En otro momento acepta haberse enterado de las torturas y desapariciones pero “no teníamos certeza si eran verdad o mentira”.
Entre 1964 y 1985 Brasil vivió una cruenta dictadura militar que, según el informe de la Comisión de la Verdad presentado en 2014, dejó al menos 434 muertos o desaparecidos y más de 20.000 torturados. Pelé dice que para él no hubo ninguna diferencia. Aunque sí la hubo. Durante esos años su nombre se convirtió en la primera marca personal que tuvo el fútbol mundial. “Su nombre vendía desde gasolina hasta crema dental”, dice el periodista Juca Kfouri. Pelé se transformó en una marca con copyright hasta llegar a ser una corporación. Sus primeros negocios fueron locales, pero a partir de 1975 vendió sus derechos a Warner, quien lo llevó a jugar al Cosmos de New York, donde se retiró definitivamente, y lo convirtió en una marca global. Desde 2009 la empresa Sports 10, de la que Joe Fraga es su CEO, maneja su imagen. Pelé ha sido la cara de Master Card, Coca Cola, Nokia, Petrobras, Grupo Santander, Volkswagen y se animó a promocionar la pastilla Viagra, contra la disfunción eréctil. Según Bloomberg, Pelé percibió más de 100 millones de dólares provenientes de los patrocinadores en su rol de embajador de la Copa del Mundo de Brasil en 2014 y los Juegos Olímpicos de Río en 2016.
Pelé es una marca y “las marcas no se deprimen”, diría Ezequiel Fernández Moores. Sin embargo, en el documental, Pelé muestra su lado más sensible, desnuda la angustia que vivió antes del Mundial de México y llora frente a la cámara. En otro momento se encuentra con sus compañeros del Santos y se lo ve llegar en silla de ruedas. El hombre que saltó por encima de todos y se suspendió en el aire del estadio Azteca, se muestra vulnerable, frágil. Es una imagen que nos confirma, una vez más, que el tiempo es como un defensor rival, que te corre por toda la cancha y afuera de ella, sin perderte la pisada. Aunque seas una leyenda.