Un líder es la persona que encabeza y dirige un grupo; y un líder positivo es Mariano Andújar. Es el claro ejemplo de la capitanía más allá del brazalete, esa tira de tela celeste característica en Estudiantes de La Plata. Él representa una brújula para el equipo.
En sus comienzos –temporada 01/02– era un globo, luego fue un águila rosinegra italiana, pero se enamoró de la selva y se ausentó del aire. Prefirió la superficie terrestre antes que la aérea. Su arraigo por la jungla supuso una metamorfosis de su forma y modo de vida. Se aferró al ‘Pincha’ y ‘pinchó’ aquel cuerpo esférico. A Estudiantes lo defendió con la camiseta entre los dientes. Puesto que el cuchillo lo quitó de su dentadura para insertarlo en los guantes, y así cortar toda posibilidad de gol.
Sus guantes convierten al balón de fútbol en una pelota de béisbol, embolsándola con una sencillez ostensible, como quien guarda rutinariamente un objeto de valor en una inmensa cartera.
En “Los Increíbles” estaba Elastigirl y en Estudiantes está Elastiman. Sus brazos parecen interminables y que con ellos no existe pelota inatajable, posee una elasticidad sobrehumana. Lleva shorts anchos y largos, por debajo de las rodillas. Medias altas y largas, por arriba de las rodillas.
El 21 en su espalda pareciera un tatuaje, y la camiseta de Estudiantes, ser eterna en su torso. Los números de camiseta en el fútbol son un símbolo que identifica a cada jugador. Como también los jugadores se vuelven símbolos de un número. De manera que es innegable que Mariano Andújar se volvió símbolo del número 21 en La Plata.
Es coherente pensar que sea pariente de los tres palos. Pues que, tras 20 años bajo ellos, más que una amistad se formó una familia, y en familia hay confianza. Andújar les brinda la confianza de que durante 90 minutos el balón no ingresará por sus intersecciones. Quizá, en muchas ocasiones, esto suceda, pero saben bien que se está sacrificando al máximo. Casi que se inmola por construir un portón invisible. Una tapia que ciegue a cualquier intruso indigno toda posibilidad de colocar el balón en dicho rectángulo sagrado.