El triunfo de Colón frente a Racing en el estadio San Juan del Bicentenario colonizó a todos los medios de comunicación. Fue la palmera que logró -por fin- hacerle sombra a determinados y recurrentes temas, sobre determinados y populares equipos, en el que recaen determinados y reiterativos programas de televisión en Argentina -guiño, guiño.
La pelota es astuta, se queda con quien la trate mejor. No le gusta sufrir, no le gusta desafinar. Olvídala, mejor olvídala si sos arquero y él la tiene en su poder, en su compás. Es de apariencia compacta, aunque asaz sensitiva. Si, una pelota tiene sentimientos. Se enfada cuando no la llevan a su hogar, el arco; se pone triste cuando la tiran a la tribuna desviando su rodaje; pero es extremadamente feliz cuando la llevan de parranda. Es fina como la seda, y gracias a ella brillan los goles. Requiere de un botín invaluable, suave, que sepa acariciarla. Y él la mima como pocos en la ciudad de la cumbia. Es un romántico como Leo Mattioli y la saca a bailar todos los fines de semana.
Los del Fuego, guitarra y cumbia. Los Palmeras, acordeón y cumbia. Luis Miguel “El Pulga” Rodríguez, pelota y cumbia. Porque ella es -también- un instrumento, y Rodríguez es el músico principal de la sinfónica. La pelota es un bombón asesino, es un pequeño dulce, es atractiva. Es tramposa y mentirosa, cambia de posesión en cuestión de segundos. Pero él supo enamorarla a su manera, logró que se quede con su banda santafesina.
Rodríguez comenzó a practicar fútbol en el Club Unión Simoca, entre piedras, vidrios y pozos. El único par de zapatillas que tenía era para ir a la escuela, y cuando las usaba para pelotear las rompía. Por eso jugaba descalzo. Estaba todo el día pateando frente a su casa, en el paredón del otro club de la ciudad, Atlético Alto Verde. Finalmente, su padre le compró los primeros botines, en la feria. Eran unos Pro Yomax, algo rústicos para un pie con tanta sensibilidad. “Un sacrificio hizo para comprarme un par de botines. Tenía la pelota y siempre rompía las zapatillas… y rompía las zapatillas”, aseguraba en una entrevista con La Gaceta en 2009.
Su madre no estaba muy conforme, pero su papá estaba totalmente decidido -y hoy se lo agradecemos todos. “Yo le voy a comprar, después vemos cómo hacemos para comer”, recordaba -con risas que delataban picardía- lo que decía su padre. Porque tiene eso, la picardía del potrero. Esa que no se enseña en inferiores y que, combinada con el talento, llevó a que sea la pulga que le provoca molestas picaduras a los arqueros.
Colón se consagró campeón. Sabalero, llorarás más de diez veces por fútbol, pero amores como el vuestro no deben morir jamás. Hoy es tiempo de bailar, porque sos el más popular de Argentina.
No sé qué vendrá después de ti. Todos los amantes del fútbol estamos hechizados y encantados por ti, por tu expresión futbolística. Pero no me rompas ese embrujo, Pulga.