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Suiza
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Los torneos internacionales como la Eurocopa nos regalan historias interesantes por contar, de hecho, hay tantas que a veces se nos pasan algunas.

Suiza, la pequeña nación europea conocida por sus Alpes, los relojes y sus chocolates, también destaca por su gran neutralidad mundial. De tener un sistema bancario poderoso, donde cualquiera puede guardar sus ahorros o tesoros (pregunten por el oro nazi si van) y también por ser la sede de varias autoridades deportivas internacionales como la FIFA o el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS).

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Foto EFE

Un gran acierto de los helvéticos es tener a su favor esa neutralidad. Una pequeña nación futbolera que tiene en su récord haber realizado el Mundial de 1954 y ser constante en la clasificación de los Mundiales y Eurocopas, nunca ha podido dar una gran campanada en alguno de estos torneos.

Eso es lo de menos, sabiendo las limitaciones que puedan tener y que su historia en el fútbol, no es tan poderosa como otras selecciones europeas o mundiales.

Tener la posibilidad de competir es otro de los grandes aciertos suizos, pero no es solo ir a clasificar y ya. Esto va un poco más allá. Suiza es la selección más internacional de Europa, quizás del mundo. La generación actual de jugadores es, en su mayoría, “Hijos de la Guerra” o de algún conflicto local.

Esto le ha dado la oportunidad de tener jugadores procedentes de Serbia, Kosovo, Croacia, Albania, Congo, y pare usted de contar. Precisamente, en la ‘Guerra de los Balcanes’, Suiza tuvo un papel determinante en abrir sus fronteras a refugiados y dar una calidad de vida que no tenían en sus países en conflicto.

Suiza, a diferencia de otros países que han vivido conflictos, sobre todo separatistas, ha podido juntar a lo mejor de los “Hijos de la Guerra”, sin importar religión, procedencia, etnia y hasta color de piel. Un ejemplo es la confraternidad que hay entre Granit Xhakha, Xherdan Shaquiri y Admir Mehmedi. El primero, aunque nació en Suiza, su familia es originaria de Albania; el segundo nacido en Kosovo y el tercero en Macedonia del Norte.  La Guerra de los Balcanes no tuvo piedad mientras se separaban las naciones que integraban la antigua Yugoslavia, donde las masacres y los genocidios generaron las conocidas migraciones en Europa.

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Eso sí, en el caso de Xhakha, pudo ser diferente. No fue que su familia huyó de la guerra, pero sí de la horrible hambruna a la que llegó ese pequeño país del Adriático, debido a las políticas de control bajo el líder comunista Enver Hoxa. A principios de la década de los 90, Tirana se llenaba de barcos con refugiados. La mayoría llegaba a Italia y luego se repartía por el resto de Europa; Suiza era un destino, quizás fue el acierto de la familia del capitán.

Pudo suceder lo mismo con Mehmedi, aunque en Macedonia del Norte el conflicto militar no llegó a gran escala como en Bosnia, de donde es el seleccionador Vladimir Pétkovic. Shaquiri quizás no vivió el horror de la guerra en Kosovo a final de los 90. Pero Suiza parece ser la ‘Matriarca’ de Europa.

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Otro tema que tiene los suizos en su selección es la diferencia idiomática, con el francés, alemán e italiano. ¿Acaso ha servido para la adaptación de los jugadores procedentes de África? La respuesta es sí, con los provenientes del Congo y Camerún.

Embolo, es uno de los jugadores que proviene de África y, seguramente, tuvo que vivir las diversas guerras civiles tras la muerte de Mobutu Sese Seko, líder y dictador de Zaire. La África francófona ha sido la que más sufrimiento ha tenido en el continente por las explotaciones de diversos minerales y por inestabilidades políticas, por eso es muy común ver en Francia, Bélgica e Inglaterra, a jugadores del Congo o de otros países cercanos, nacionalizados en estos países de Europa tras regularizar su estatus  renunciando a sus nacionalidades de origen para adoptar sus nuevos países.

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Este tema multicultural para los helvéticos los convierte en la selección más internacional de todas, pero al ser tan internacional, ¿se pierde la identidad y los orígenes? La verdad, no.  La oportunidad de recibir una nacionalidad o refugio, no elimina el origen o las costumbres, más bien, las multiplican. Suiza, al ser nación adoptiva, está mostrando una posibilidad real de convertirse en una potencia futbolística en los próximos años, además, este país es uno de los que más solicitudes de refugio recibe de personas de otras nacionalidades.

Todo pinta a que Suiza seguirá siendo ese gran “club” bajo la bandera helvética, con su color rojo y la cruz griega, que permite desarrollar futbolistas sin importar la procedencia. Ahora, quedará esperar sí, tras lograr llegar a Cuartos de Final por primera vez en una Eurocopa, podrán hacer lo propio en el próximo mundial.