“La Copa América será la plataforma para conquistar el mundo”, la proclama grandilocuente la dijo el 3 de diciembre de 2019 un exultante Alejandro Domínguez cuando, en Cartagena de Indias, se realizó el sorteo para el certamen que se llevaría a cabo entre Argentina y Colombia durante el 2020. El presidente paraguayo de la Conmebol agregaba: “Es tiempo de cambiar nuestra mentalidad. Tenemos que creer en grande.” La frase final, creer en grande, es el slogan publicitario que la Confederación presentó en 2017 junto con su nuevo logotipo, para darle forma a esta nueva etapa y desligarse de la anterior, plagada por escándalos de corrupción, y vergüenza, que nos dejaron Leoz, Napout, Grondona, Esquivel, Figueredo.
Alejandro Guillermo Domínguez Willson-Smith sabe de medios e imagen. Es economista gradado en la Universidad de Kansas y recibió una mención honorífica en su master de Administración de Empresas de la Universidad Católica de Asunción. Dirigió el diario La Nación y fue presidente del Grupo Nación de Comunicaciones, entre 1999 y 2014, donde fundó el diario Crónica y la radio 970 AM. Entre 2004 y 2006 consiguió un lugar en la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) donde fue vicepresidente de la Comisión para la Libertad de Expresión y del Comité contra la Impunidad en este organismo. Podría decirse, entonces, que es un defensor de la libertad de expresión.
Su vínculo con el fútbol es hereditario, su padre Osvaldo fue presidente del Club Olimpia y se le reconoce como el dirigente deportivo paraguayo más exitoso al haber cosechado, bajo su mandato, tres Copas Libertadores, una Intercontinental, una Supercopa, dos Recopas Sudamericana y una Interamericana, además de múltiples títulos locales. Alejandro ingresó al directorio del Olimpia con escasos 23 años, fue vicepresidente y presidente interino hasta que en 2014 fue elegido presidente de la Asociación Paraguaya de Fútbol, cargo al que renunció en 2016 para ocupar la presidencia de Conmebol, en la que fue votado por unanimidad.
Ya decíamos que es un hombre de medios, que sabe de marketing y le encanta fabricar sloganes. Durante la Copa América Centenario, jugada en Estados Unidos, declaró: “Esto fortalece la capacidad institucional de la Conmebol y marca otro avance en nuestra cruzada para construir una organización profesional, moderna y transparente, que logre impulsar el fútbol sudamericano hacia su enorme potencial durante los próximos cien años”.
Meses después, en el lanzamiento del nuevo formato de la Copa Sudamericana, en Enero de 2017, acuñó otra frase con slogan: “Estamos ante un año pleno de fútbol y hoy estamos lanzando lo que hemos dado en llamar “la primera gloria”.
Durante 2018 le tocó decidir la final de Copa Libertadores más larga de la historia. Boca Junior y River Plate, los gigantes argentinos llegaron a la final de la Copa y el segundo partido, que se llevaría a cabo en el Estadio Monumental, fue suspendido por la agresión que sufrió el bus que transportaba al plantel de Boca, por un grupo de violentos en las inmediaciones del estadio. Finalmente, casi un mes después del partido de ida, terminó jugándose en el Santiago Bernabéu del Real Madrid. La Copa Libertadores de América se dirimió en Madrid, ironías del destino, y Domínguez declaró al diario ABC de España: “El fútbol nunca va a estar manchado por unos violentos. El resultado es lo que va a quedar en la memoria de la gente y lo que va a quedar escrito en los próximos libros”.
Al año siguiente, 2019, para la final única de la Copa Libertadores que originalmente se jugaría en Chile y debió suspenderse por el estallido social, escribió una carta donde se leía: “Dos grandes del fútbol sudamericano y del mundo se enfrentarán en Lima, Perú, para que uno de ellos se lleve el trofeo de la Gloria Eterna”. La gloria eterna, slogan del partido, terminó siendo para el Flamengo y la gloria económica para Conmebol que vendió los derechos a 180 países y estimaron una audiencia potencial de 3.000 millones de espectadores.
En 2020 la “plataforma para conquistar el mundo”, es decir la Copa América, debió suspenderse por la pandemia y postergarse para el año en curso. En entrevista para ESPN, Domínguez declaró: “La política que estamos siguiendo es priorizar la salud, una vez que tengamos bien la salud haremos todo lo posible para que la pelota vuelva a rodar”. Un año después la Copa tampoco se pudo jugar en sus sedes originales. Colombia conmocionada por protestas sociales y Argentina con una situación sanitaria muy comprometida por los aumentos de casos de la Covid, debieron dar marcha atrás y retirar sus candidaturas. Se esperaba que la Conmebol honrara su discurso y priorizara la salud, para suspender el torneo nuevamente pero esto no pasó. Levantaron el teléfono y llamaron al único gobernante que había tratado a la pandemia como “una gripezinha”, Jair Bolsonaro.
Brasil ha presentado más de 18 millones de contagios por Coronavirus. Ya pasó el medio millón de fallecidos y tiene un promedio actual de 73.460 casos diarios. Al ser designado como nueva sede de la Copa América, Domíngez escribió en su cuenta de twitter: «¡La Copa América será en Brasil! Quiero agradecer muy especialmente al Presidente Jair Bolsonaro y a su gabinete por recibir al torneo de selecciones más antiguo del mundo. Igualmente, mi gratitud al Presidente Rogério Caboclo y a la CBF por su invalorable colaboración», y en el siguiente nos adelantó su acostumbrado slogan que luego veríamos en los estadios: “Se viene un torneo que hará vibrar al continente!”. Seis días después de ese anuncio Caboclo era suspendido de su cargo por el Consejo de Ética de la Confederación Brasileña de Fútbol ante una denuncia por acoso sexual de una empleada de la misma Confederación.
El “scratch” brasilero, que se pasea por el continente sin perder ni un partido, desde que es timoneado por Tite, amenazó con no jugar. Hubo fuertes versiones de la prensa que aludían a la negativa de los jugadores de participar del torneo en su país como muestra de empatía hacia sus compatriotas que pasan tiempos difíciles por la pandemia. La amenaza quedó en la nada. En un tibio comunicado que terminó recibiendo duras críticas. La más sonora de todas la hizo Walter Casagrande, ex-jugador de la “verdeamarela” y parte de aquel Corinthians, liderado por Sócrates, donde compartieron la Democracia Corinthiana, en tiempos de dictadura. Casagrande dijo: “La actitud de los jugadores de jugar la Copa América es un acto cobarde y muestra que los jugadores no estaban preocupados por la grave situación sanitaria que hay en el país, sino en cuidarse ellos mismos.”
Hubo, sí, un jugador que levantó la voz de forma fuerte y clara. Fue Marcelo Martins Moreno, capitán de la selección con menos influencia del continente, Bolivia. Hijo de brasilero y boliviana, siguió los pasos de su padre Mauro, quien jugaba en Oriente Petrolero de Santa Cruz de la Sierra cuando conoció a Ruth Moreno. Años más tarde, Mauro fue fichado por el Palmeiras y la familia se trasladó a Brasil donde Marcelo fue fichado, a los 17 años, por el Vitória de Salvador de Bahía. Desde entonces se le conoce como Marcelo Moreno Martins, por la tradición portuguesa de poner el apellido materno en primer lugar.
A pesar del temor ante posibles contagios, la selección boliviana fue de las primeras en llegar a Brasil. A los pocos días aparecieron 4 casos positivos para Covid, entre ellos estaba el capitán y goleador histórico de la selección, quien horas después posteó en sus redes sociales: «Gracias a ustedes de Conmebol por esto. ¡Toda la culpa es totalmente de ustedes! ¿Si se muere una persona qué van hacer ustedes? Lo que les importa solamente es el DINERO. ¿La vida del jugador no vale nada?». Paralelamente la delegación de Venezuela presentó 12 casos positivos y, trascurrida la primera semana del certamen, se confirman 140 positivos entre delegaciones y proveedores de servicio.
Avisado por su Federación, sobre la sanción que podría recibir, Martins Moreno se apuró en disculparse y matizar su declaración, pero la Jueza Única de la Comisión Disciplinaria de Conmebol, Amarilis Belisario, le impuso un castigo de un partido de suspensión y una multa de veinte mil dólares. El silencio del resto de los jugadores fue escandaloso. Ningún capitán de selección se pronunció para apoyar a Martins, el temor a cualquier represalia pudo más que la solidaridad con un colega en desgracia. Las palabras de Walter Casagrande en la Red Globo son lapidarias: “Esta es una generación de jugadores de fútbol más alienada que vi desde los años 80. Lo único importante para ellos es estar en las redes sociales, mostrando sus grandes mansiones y sus autos potentes″.
La Conmebol, mientras tanto. continúa exhibiendo su prepotencia continental. Es un neo-estado que tiene sus propias leyes, tribunales y, ahora, sus propias vacunas. El pasado 28 de Abril se anunció la llegada de 50 mil dosis de la vacuna china fabricada por Sinovac Biotech, para inmunizar al colectivo del fútbol que compite en las Copas Libertadores, Sudamericana y a las selecciones nacionales. “Es la mejor noticia que puede recibir la familia del fútbol” dijo Domínguez, y terminó regocijándose: “Ninguna otra confederación del mundo ha logrado hasta hoy disponer de los inmunizantes para iniciar un proceso masivo de vacunación”.
Según se supo, el acuerdo con la farmacéutica china empezó a gestarse en un asado que compartieron Domínguez y el presidente uruguayo Luis Lacalle Pou, quien fue el intermediario para la donación. Dos semanas después de ese anuncio Uruguay recibió la noticia de su designación como sede única para las finales de la Libertadores y Sudamericana de este año. Domínguez celebraba la designación con esta frase: “Con una envidiable situación sanitaria, Uruguay está listo y el Centenario empezará una remodelación para las finales únicas y seguirá con miras a la Copa del Mundo 2030. Uruguay tiene un acelerado ritmo de vacunación contra el COVID 19.” Ese día, según el monitor de datos del Ministerio de Salud Pública del Uruguay había sido vacunada menos del 50% de la población y en las semanas siguientes ocuparía el primer lugar, a nivel mundial, en cantidad de muertes por millón de habitantes.
Desde Argentina, me recuerda Ezequiel Fernández Moores que en la Copa que se jugó, también en tierra brasilera, durante 2019, Lionel Messi fue suspendido por 3 meses y multado con 50.000 dólares luego de declarar que el torneo “estaba armado para Brasil” y sugerir que había un manto de corrupción alrededor de todo aquello. Para Fernández Moores esta Conmebol, la de Domínguez, es menos corrupta que la anterior pero “es mucho más obscena. Y esta Copa América lo demuestra”.
Ya se jugaron varios partidos de esta Copa pandémica. Sin público y con publicidad de Sinovac rodeando la cancha. Más que donación de vacunas parece que hubo un “canje” publicitario. La televisión muestra, hasta el cansancio, la cara de Domínguez para recordarnos que gracias a él estamos ahí. Los jugadores, ya se sabe, formados obedientemente para hacer un minuto de silencio, antes de cada partido, en honor a las víctimas del virus de este tiempo. La orden es jugar y cerrar la boca. No serán ellos quienes le impidan a Domínguez, y a su Conmebol, conquistar el mundo.