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Con Maradona muere el romanticismo del fútbol

Maradona
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Pocos días antes de que muriera Maradona, en la élite del fútbol, la Europa de las ligas top five, se daban otros pasos agigantados hacia la Superleague, un torneo más exclusivo aún que esta versión de Champions que manda a penar a equipos campeones de países históricos a un purgatorio de fases previas de clasificación. Para los clubes adinerados y linajudos, no es muy vistoso enfrentarse a un Krasnodar un martes por la tarde.

Cerrar más el show, a los que traen gente y dinero. No sabremos si algún día el fútbol termina siendo un espectáculo guionizado como la WWE gringa. Pero todo apunta al negocio, a la élite, al exterminio del sueño del modesto.

Hace algunos meses el presidente de la Juventus, también cabeza de la ECA (European Clubs Association, quienes promueven la Superleague por encima de la UEFA) se preguntaba que hacía el Atalanta, “un equipo sin historia” en la Champions. Equipo, que por cierto, le cosió a goles a la tan linajuda Vecchia Signoria.

Son tiempos que se van abandonando lo local, para abrazar lo global. Hay ciudades en el mundo donde se ven más camisetas del Liverpool, Barcelona, Real Madrid en la calle que las mismas de los equipos locales.

 

La alegría de los modestos

Este “mozo” que “escapó del sueño de los jeta” fue el grito rebelde en contra de muchas estructuras. Eso lo hizo único e inolvidable.

Napoli, del sur pobre de Italia, les hizo soñar con mofarse de los ricos norteños que siempre ganaban todo. Argentina, en un Mundial, tuvo revancha ante una Inglaterra que masacró a sus jóvenes soldados en una guerra absurda por las Malvinas.

Hoy, es impensable ver cientos de fotógrafos, periodistas, aficionados, metidos en una cancha, rodeando al mejor jugador del mundo, del momento. Bigotes, patillas, cercanías. Hoy, hasta el futbolista más de medio pelo está separado a metros de las fotos, por barandas de periodistas y de vez en cuando se abre un entrenamiento para que los aficionados vean media hora a sus ídolos.

El fútbol, está alejando a los futbolistas de la gente. Y el personaje, apenas se acerca a su público en redes sociales, donde se muestran en videojuegos, posando ante lentes profesionales o promocionando productos.

 

Héroe hecho de lodo

Maradona, era feliz entrenando en el barro. El jugador más mimado de la época (porque lo era) no reparaba en llenarse de fango las piernas.

Fue notorio ese partido de pura exhibición en el suburbio de Acerra, de la zona deprimida de Napoli, donde Diego y otros compañeros del equipo en 1984 disputaron un partido amistoso, en el lodo, en el fango, solo para recaudar dinero para un niño enfermo. Sin selfis, sin redes sociales.

¿Hoy los niños juegan en el lodo? ¿En la calle? Cada vez más en desuso. ¿Desde cuándo las latas o envases dejaron de ser balones?

Hoy se mandan mensajes errados de la actividad del fútbol. Peinados, looks, poses… todo pareciera ir antes del fútbol. De jugar al fútbol y bien.

La modernidad avanza sin piedad. Los terrenos abandonados son grandes edificios. Las canchas de barrio se cambian por centros comerciales. Y para jugar al fútbol, se paga. Por césped artificial, un ratito, una o dos horas. La tarde entera perdida en la calle se va perdiendo. Para muchos padres da más tranquilidad tener al chico enchufado a una consola.

Es cierto. Maradona no fue el último jugador del fango y la calle. Vinieron algunos después de él, hasta que el mismo espectáculo fue apartando al futbolista de la gente. Pero era el ícono, era el grandioso jugador, héroe histórico en el que todos los románticos se podían refugiar y gritar: “Sí el más grande vivía de esta manera, ¿Quiénes son ustedes para negarse?”.

Fuera de la cancha, con su vida accidentada, después de varios regates a la muerte, por fin descansó el “Diez”. El fútbol moderno se va comiendo todo, restringiendo al futbolista, al aficionado, al modesto. El grito rebelde no estará más para contestar con firmeza la depredación del alma de este deporte.

Pero, el espíritu del modesto, el recuerdo de la afrenta al poderoso, las ganas de ridiculizar al grande, siguen flotando en el aire. Hay tiempo de salvar al fútbol, de mantenerlo mágico y accesible. Solo hay que ver a Maradona en el lodo y tomar fuerzas.