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Paris Saint-Germain vs. Manchester City: Una mirada crónica

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La falta de público le quitaba ardor al ambiente y se volvía desolador. Los jugadores parecían no sentir ningún tipo de presión —algo positivo, sin embargo, poco común. Los espectadores eran miles de butacas.

Aplausos, algarabía, jaleo, griterío, aunque provenientes del banco de suplentes. Aparentaba ser un entrenamiento, y lo único que rescato de la falta de público era que permitía escuchar al fútbol hablar. Los micrófonos ambientales eran los estetoscopios. Se podían sentir los latidos de ese corazón que rodaba por el terreno. El sonido del balón al pasarlo indicaba que los que tenían su posesión eran de los mejores haciéndolo.

La primera llegada fue del Paris Saint-Germain con Neymar por izquierda. Al transitar el partido se inclinó más al centro del campo, se lo notaba comprometido con el ataque y con la marca. Justamente, Manchester City reflejaba que había ido a marcar a Kylian Mbappé y a Neymar, y no a proyectar su juego.

Neymar no era el Neymar Júnior de Santos ni el extremo intenso de Barcelona, era un Neymar parisino, característico de esta etapa en Paris Saint-Germain. Sin dudas sigue siendo el mejor bailarín de fútbol del mundo. Volví a observar esos bailes sobre el balón, en donde el área funcionaba de escenario, y transmitía la alegría estereotipada brasileña. Daba toques de cachetada que eran caricias, pases tan desfachatados como precisos. Neymar había encontrado la ambición o la ambición de Champions lo había encontrado a él.

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Neymar comandó al Paris Saint-Germain durante el espectacular primer tiempo.

Manchester City puso énfasis en marcar el juego rasante, debido a los jugadores de gran pie del equipo francés, aunque descuidó el aéreo.

A los 15 minutos, la mano derecha de Di María fue el ángel mensajero que le indicó la jugada a Marquinhos. Y su cabezazo fue un disparo que hirió el arco visitante. Corrió en velocidad al primer palo, que sumado al envío de pelota parada, fue letal.

El equipo dirigido por Pep Guardiola no concretaba colectivamente y las individualidades no aparecían. Cuando Paris Saint-Germain tenía el balón siempre había un cartel que indicaba la salida, y Neymar era una empresa de seguridad con la pelota.

De la nada vino el tanto de Manchester City. Y cuando digo de la nada es de un centro al arquero. Pero procedamos a descomponer la situación: Empezó el segundo tiempo y al mismo tiempo el City comenzó a encontrar aquello que se había olvidado en Inglaterra; movimiento rápido. Mientras que el conjunto de París corría desesperado tras la pelota como un niño pequeño jugando con un adulto, y ya no corría con ella como pasaba en el primer tiempo.

 

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Se podría decir que el gol fue causalidad, pero no casualidad. Kevin De Bruyne envió un centro sin peligro, que por la confianza y distracción de Keylor Navas se hizo riesgoso.

No fue un gran centro, pero De Bruyne es suficientemente fiel y la pelota bastante caprichosa, entonces lo convirtió en un gol; quizá por todas esas veces en las que la acompañó con su sutil diestra de serafín a su casa, el arco.

El belga es tan preciso asistiendo y convirtiendo que esta vez la pelota fue tan imprecisa que entró en el lugar menos esperado. Tras una apertura inopinada del marcador el encuentro estaba igualado. Todo lo hecho por el PSG había sido equiparado por un error y un centro con destino al fondo de la red.

Un tiro libre en las cercanías del área a cargo de De Bruyne es medio gol. Sin embargo, decidieron que la ejecución sería por parte de Riyad Mahrez. La barrera se abrió y el ‘esférico’ ingresó con dicha autorización. Digamos que fue un gol autorizado, porque la barrera se abrió.

Los ‘Ciudadanos’ ganaban pese a no haber hecho méritos en el primer tiempo, pero si por tener a la fortuna de su lado en el segundo tramo.

Sentía que Manchester City no ganaba, sino que el Paris Saint-Germain perdía. Perdía todo lo construido en el primer tiempo y frente a un equipo de Guardiola. Los ‘Celestes’ comenzaron a repartir con más velocidad el balón y no pensaban detenerse. Esto provocó la exasperación rival.

Punto y aparte para la patada criminal de Gana Gueye, que sin título de cirujano quiso operar a Gündoğan. No podía pasarlo por alto.

Sigamos.

Paris Saint-Germain extravió el título de propiedad y Manchester City se adueñó del partido. Lo descuidó y el documento se arrugó hasta romperse. No hizo cambios y la tinta se desgastó hasta convertirse en una hoja de calcar, con la que Manchester reprodujo el dibujo de su victoria.

Una imagen vale más que mil palabras y una simple oración también. A los 75 minutos Neymar estaba haciendo los saques de banda…

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La reacción de Neymar era reflejo de un Paris Saint-Germain hundido.