Hace algunos días murió Nobby Stiles, ícono del fútbol inglés, jugador cinco muy brusco y cuya imagen eternizada es en la selección inglesa bailando con la Copa del Mundo en una mano, y la dentadura postiza en la otra en 1966.
Norbert Peter Stiles, también apodado “Nobby”, falleció a los 78 años a causa de un cáncer de próstata y un avanzado estado de demencia. Campeón con su seleccionado inglesa del Mundial 66 y de la Copa de Campeones de Europa de 1968 con el Manchester United, se dice que su brutalidad, junto a la de otros jugadores de la época, apuraron la implementación de las tarjetas rojas y amarillas en las grandes competencias.
Stiles, a quien le faltaban los dientes frontales, es el último de los 13 jugadores que han muerto de aquella generación, la única que ha podido darle un Mundial a Inglaterra. Quedan nueve aún con testimonios de aquel hito del país que dice que inventó el fútbol.
Hay un punto que coincide con la mayoría de los campeones del Mundo de 1966 que no están hoy en la tierra: fallecieron de demencia senil, Alzheimer… no han quedado bien de la cabeza.
Este mismo año también falleció el portero Peter Bonetti. Murió a los 79 años tras padecer “una larga enfermedad”, pero medio británicos aseguraron que padecía deterioro mental, luego de que algunos aficionados lo habían identificado en un sanatorio de este tipo cuando visitaban a familiares.
El año pasado, el mágico Martin Peters, quién marcó en la final de ese mundial, se marchó en diciembre con 76 años. Fue perdiendo la memoria, luego no podía mantener una conversación hasta que su luz y su mente se apagaron. De nuevo el Alzheimer hizo de las suyas.
Ray Wilson, recordado lateral izquierdo, falleció en 2018 a los 84 años. La demencia senil se fue llevando poco a poco sus recuerdos, sus jugadas, sus glorias. Se fue degenerando lentamente hasta que partió a otro plano.
Otro defensa interesante, Gerry Byrne, murió en 2015 tras una larga batalla contra el Alzheimer, a los 77 años, tras quedar recluido en un hogar de cuidados de personas mayores.
Bobby Moore (cáncer), Gordon Banks (cáncer), Norman Hunter (Covid-19), John Connelly (cáncer), Alan Ball (infarto), Ron Springett (paro cardíaco) y Jimmy Armfield (cáncer), son los otros héroes del 66 que ya partieron.
Cuidar a los que quedan
Desgraciadamente, Bobby Charlton, uno de los nueve sobrevivientes entre los campeones del Mundo de 1966 también padece esta enfermedad que borra recuerdos hasta borrar la vida.
Terry Paine, Ronald Flowers, Geoff Hurst, Jimmy Greaves , George Cohen, George Eastham, Roger Hunt y Ian Callaghan también siguen vivos.
A ellos, al igual que muchos futbolistas ingleses, hay que cuidarlos de esta enfermedad. Es un caso que preocupa tanto, que la misma PFA (Professional Footballers Association, sindicato de jugadores ingleses) junto a la FA (Football Association) puso en marcha una investigación sobre la Influencia del fútbol en el riesgo de demencia.
En 2017, la organización benéfica PFA, junto con la FA, encargó al Dr. Willie Stewart y al Grupo de Investigación de Lesiones Cerebrales de Glasgow que realizaran un estudio sobre la “Influencia del fútbol en los resultados de por vida y el riesgo de demencia » (FIELD, en ingés) en la Universidad de Glasgow.
Los resultados mostraron que los exfutbolistas que participaron en el estudio tenían tres veces y media la tasa de mortalidad por enfermedades neurodegenerativas que el grupo de control.
Se estudiaron 7.676 ex futbolistas; cada uno agrupado con tres miembros del público en general no deportistas para la comparación. Los participantes fueron emparejados por edad, nivel socioeconómico y estilo de vida para comparar sus factores de riesgo y estado de demencia.
Murieron 1.180 de los 7.676 futbolistas incluidos en el estudio, en un período de 18 años. De los cuales, 222 murieron por una enfermedad neurodegenerativa.
El grupo de jugadores estudiado nació entre 1900 y 1976; aunque la investigación confirmó una correlación, los hallazgos no establecen definitivamente ninguna causa específica para este vínculo.
El tema es delicado, al punto que la misma PFA tiene una línea telefónica de atención a casos de demencia en exfutbolistas y varios programas de apoyo. Las investigaciones continúan. Hay tesis del fútbol rudo, choques, estrés, estilo de vida y hasta de la confección del balón, pero aún no dan con una causa que motive estas cifras preocupantes.