El fútbol cuenta muchas historias enmarcadas por sentimientos, revanchas y también por algunas cosas que son difíciles de explicar, a cada una de las personas que no entienden mucho de este maravilloso deporte. Son momentos que se escriben para que perduren en el tiempo y que no se olviden a pesar de causar alegrías y tristezas.
Diego Armando Maradona, es probablemente una figura que puede asemejarse a personajes históricos ligados a las batallas por las libertades, también, se le puede comparar como un héroe de la patria como José de San Martín, aunque sin tener que usar un sable, montar a caballo o disparar un cañón para conquistar un objetivo. Para el argentino, Maradona comandó un grupo de soldados armados con un balón para conquistar el premio más importante de todos: El Mundial de Fútbol.
En 1981, la dictadura militar designa al Teniente General Leopoldo Fortunato Galtieri para tomar las riendas del país en la tercera fase del “Proceso de Reorganización Nacional”, que consistía en mejorar la economía, combatir la corrupción, la demagogia y la subversión. Para llegar al poder, Galtieri tuvo que convencer a varios militares de alto rango para que fuera promovido como jefe de la junta militar, dando ciertas atribuciones y dejándose convencer por algunos compañeros de armas que la mejor forma de subir la popularidad era retomar las Islas Malvinas, como reivindicación patriótica para Argentina y su gente.
Tras meses de estudio y preparación, la Junta Militar lanza la llamada “Operación Rosario” el 2 de abril de 1982, invadiendo Puerto Stanley y expulsando a las autoridades británicas de su territorio. Tras horas de intercambios de disparos, el gobernador de la isla se rinde y se iza la bandera argentina decretando la toma exitosa del poblado rebautizado como “Puerto Argentino”. La guerra comenzaba a salpicar al continente y al mundo del fútbol de una manera muy directa.
A esta “Operación Rosario” se le sumó la grandilocuencia victoriosa de la Junta Militar, sin darse cuenta que molestaron a una potencia que, hasta la fecha, dominaban gran parte de las aguas del mundo. La respuesta inmediata de los ingleses sorprendieron a los soldados argentinos que se dedicaron a resistir como podían, a pesar de lograr ataques importantes a la armada real. Pero un hecho curioso en medio de la propaganda que publicaba la prensa para animar a sus ciudadanos era la frase “Estamos Ganando”, aunque poco a poco se convirtió en preguntas sin respuestas al descubrir que ya todo estaba perdido.
En ese contexto, paralelamente entró en escena un joven y desequilibrante Diego Armando Maradona, que deslumbraba en las canchas del fútbol argentino con Boca Junior, consagrándose como un ídolo prematuro del equipo porteño. Esa bendición de talento que recibió, se trasladó a la selección de Argentina para el Mundial España 1982. Diezmados, tristes y golpeados por tener que abrir un frente de batalla nuevo (aunque en este caso fue en un campo de fútbol) donde concentrarse era casi imposible, por estar pendientes de sus familiares y amigos que estaban luchando en el conflicto de Las Malvinas. Por esta razón, Argentina sufrió dos derrotas dolorosas para el gran orgullo local: Perder la guerra y no lograr defender el título mundial.
La dictadura cayó. La democracia comenzó a forjarse poco a poco y también un deseo de revancha si llegaba la oportunidad de enfrentar a Inglaterra en alguna cancha, porque para esa década, las relaciones diplomáticas estaban rotas.
Maradona se pudo juntar con un grupo de soldados y uno que otro comandante en un campo de fútbol. Ahí aparecieron nombres como los de Valdano, Burruchaga, Batista, Ruggieri, Brown, todos al servicio del “10”.
“México 86”, se convirtió en la verdadera reivindicación argentina tras años oscuros por el horror de la dictadura y la guerra, pero quedaba esa “batalla final”. Una que nunca creyó que podía darse, pero por cosas del destino, se dio.
El ambiente estaba enrarecido para ese 22 de junio de 1986. La Ciudad de México abría el escenario como si se tratara de una vieja batalla de gladiadores en un coliseo. La prensa vio una oportunidad de contar historias ligadas a la guerra terminada cuatro años atrás.
Carlos Salvador Bilardo, director técnico de Argentina, comentó que esos días fueron difíciles, tanto así, que les prohibió a los jugadores declarar sobre el tema. “Yo les prohibí hablar. Todas eran preguntas sobre Las Malvinas, Las Malvinas y Las Malvinas. Los reuní y les dije ‘Muchachos, en este momento no se puede hablar sobre Las Malvinas, si vos querés y lo sentís, cuando termine todo esto agarramos un avión y nos vamos para allá. Todos los que quieran. Vamos a poner el pecho”, explicó durante una entrevista realizada a un medio argentino con motivo del Mundial 1986.
Diego Maradona, como capitán de esa selección, en medio de esa popularidad que le caracterizaba y el cariño que tenía por parte de sus compañeros, no tuvo mejor manera de motivarlos con un cuestionamiento que, según José “Tata” Brown, les dijo antes de saltar a la cancha. “Vamos, que seguro nos mataron a un vecino, capaz a un familiar. Llegas a la mitad de la cancha, te ponen el himno y me pongo el cuchillo entre los dientes y salgo a correr”. Diego fue así. El motivador, el guía y por esa razón hoy fue tan querido por un grupo de aficionados a este deporte.
Minuto 52 de partido. En la cabina de transmisión se escucha la voz de Victor Hugo Morales, narrando el partido: “Maradona, se va entre tres… ¡Genial! ¡Genial! Tocó para Valdano, entró Maradona, salió Shilton, cabeceó, mano… ¡Gol Argentino! Después de una jugada maravillosa y un rechazo para atrás, saltó con la mano, para mí, para convertir el gol (…) fue con la mano y lo grito con el alma”, soltaba Morales en esa narración.
Para el creyente, específicamente el católico, un rosario es la mayor comunicación que puede haber entre la persona y Dios. Por esta razón, el fútbol tuvo un exceso en el intento de comunicación con Diego Armando Maradona, por porque en Argentina le consideren la máxima deidad, sino por la necesidad que había entre los argentinos en que se le pudiera ganar a los ingleses como fuera posible.
“Yo sé que es una locura, pero así lo sentíamos. Nosotros estábamos defendiendo nuestra bandera. Y el gol mío tuvo una trascendencia que…. Los dos la tuvieron, es verdad. El primero fue como robarle la cartera a un inglés y el segundó lo tapó todo”, declaró Maradona en un programa televisivo recordando ese partido.
Ahora bien, Diego Armando Maradona llegó a ser el jugador de fútbol más respetado en la década de los 80 por esas mismas acciones en la cancha. Unas más soberbias y espectaculares que otras, pero reivindicarse en un partido de fútbol contra un “enemigo” territorial lo convirtió a él en el máximo ídolo de Argentina.
Aunque para Inglaterra el conflicto de Las Malvinas finalizó con la capitulación y expulsión argentina el 20 de junio de 1982, los argentinos terminaron “su guerra” el 22 de junio de 1986. Cuatro años después. Sin armas, sin aviones, sin barcos. Un ejército comandando por un doctor y un capitán que motivó a los suyos a conseguir los objetivos. Por esa razón, es que Diego Armando Maradona se ganó la admiración de los ingleses y también la idolatría de un país que lo despide como una figura más allá de la cancha. Un simple motivador que quiso buscar revancha por un conflicto que jamás debió darse y que dejó como resultado muerte, humillación y desolación.
Argentina hoy despide a una de sus tantas figuras, quizás un equivocado en sus inclinaciones políticas y sus afinidades ideológicas con personajes que han propiciado el mismo dolor, o más, que la Junta Militar en los 70, pero que deja un legado deportivo imborrable y difícil de borrar por el simple hecho de no comulgar con su pensamiento.