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¿Y después de Diego Maradona, qué?

Diego Maradona
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Ya el mundo cumplió una semana sin Diego Armando Maradona. Fueron innumerables los homenajes, unos más sentidos que otros. En distintas latitudes, por donde “Pelusa” pasó y por donde no, también.

Reposado el hondo duelo que dejó en muchos, la pregunta clara es ¿Y ahora qué? El sentimiento de orfandad en Argentina es fuerte. Y muchos empiezan a plantearse distintas situaciones en el plano social.

Diego era el argentino más universal de la historia. Hoy, se pudiera decir que Messi le iguala impulsado por los clics de las redes e Internet, en una era más globalizada. Sin embargo, el del Barcelona no tiene influencia absoluta en política o sociedad. Y eso era Maradona, la voz de los sin jeta.

Para el periodista y sociólogo argentino Sergio Levinsky “con su muerte se agudiza su ausencia en el escenario nacional, porque era un permanente termómetro de la  situación política y futbolística en Argentina, hablaba con los medios cada tiempo, falta ese termómetro”.

Levinsky considera, que “la era futbolística post Maradona, viene  desde el 95,  casualmente sin títulos para la selección. El último, fue dela  generación de Maradona, en  1993 (Copa América, no jugó por sanción). Su retiro coincidió con la Ley Bosman, la llegada del Internet, que en Argentina llegó en 1996, la globalización y la llegada de la salida en masa de jugadores argentinos a Europa (con algún pasado europeo)”.

Entonces, debido a esto  “los valores de Maradona en cuanto al juego se van perdiendo, como la gambeta, el 1 contra 1, las ganas de hacer rabona. Hay mucho jugador obediente y Maradona era desobediente”.

La última aventura de Maradona en los banquillos fue con Gimnasia y Esgrima La Plata.

Aparte, que Diego Maradona se tomaba atribuciones propias de su estatus de deidad. “Él era mucho de llamar a los futbolistas o atletas para alentarlos o aconsejarlos. Por eso mucha gente le recuerda con cariño”. Hoy, no hay a la vista alguien que se preocupe por eso.

Aparte, que su partida coincide con un punto crítico en el fútbol argentino, en el cual, sus estructuras y manejos van en decadencia: “El fútbol antes de la dictadura era ligado al sector intelectual, cultural. En la dictadura, se instauró el interés político en los clubes. Los grandes políticos para llegar al poder tienen a un club detrás generalmente. Entonces hay una decadencia en manejos porque al final, se velan por otros intereses y no en el fútbol”.

 

Se fue un amigo

“El sentimiento de orfandad es gigantesco, no solo en el fútbol, en la sociedad toda Maradona era el argentino más universal, el héroe que todos deseaban , el personaje político que se plantaba a aquellos que por tener más dinero oprimían a los demás, era la expresión aspiracional colectiva de este país”, comenta por su parte el también periodista Alejandro Casar.

La mayoría de los argentinos veían muy cercano a Maradona porque no tenía un relacionista público ni guiones para hablar. Si algo le parecía malo, lo señalaba. Y eso, le llevó a identificarse como un fenómeno también dentro del escenario político y social.

“Llevará años para conseguir otro. Claramente, no es Messi ni Ginobili, no tenemos un argentino universal  de esa magnitud. Argentina perdió una bandera incluso más grande que la misma bandera”, cerró Casar.

Diego Maradona
Maradona le dio a Argentina su segundo y último mundial hasta la fecha.

“Este es un país, en el que, lo vengo diciendo como sociólogo perdió presencia en todos los órdenes. Tenemos cinco premios Nóbel, pero todos antes del 84. Argentina ha perdido influencia política, en el Comité Olímpico hasta hace nada no teníamos dirigentes y en la misma FIFA y Conmebol hemos perdido fuerza”, retoma Levinsky.

“Argentina destaca es en personas individuales: Messi, Sabatini, Ginobili, artistas… pero no tenemos un trabajo colectivo en casi nada”, prosigue. Y ese gran recuerdo de triunfos colectivos se remonta a las selecciones donde estuvo Diego Maradona.

¿Y ahora, qué?  “En lo futbolístico, llegó la era del YouTube, del recuerdo. En lo social está ese vacío”, reflexiona y cierra Levinsky.  Y vaya que la duda sigue sin responderse. ¿Y ahora, qué?