Yo vi jugar a Wayne Mark Rooney. Nunca tuve la fortuna de hacerlo en vivo y en directo. Aunque estuve bastante cerca. Durante una visita a Londres en 2011. Inglaterra recibía a Holanda en el nuevo Wembley, a principios de agosto. Sin embargo, los disturbios que tuvieron epicentro en el barrio de Tottenham por el asesinato de Mark Duggan, llevaron a la Federación inglesa a suspender aquel amistoso. A mi me llevó a guardar aquel ticket como una auténtica reliquia.
Mala fortuna la mía, pues me hacía muchísima ilusión ver a Rooney, junto con Steven Gerrard, mi jugador inglés favorito de siempre. Para aquella época, agosto de 2011, “Wazza” ya era una estrella de talla mundial, que había disputado la Euro 2004 y las Copas del Mundo 2006 y 2010 con Inglaterra. Acababa de conquistar su cuarta Premier League con el United y ya había ayudado a la causa “Red Devil” en la formidable Champions League conquistada en 2008. Eso sin contar las numerosas distinciones individuales que engalanaban su palmarés de leyenda para el momento.
Porque si bien Rooney nunca pudo colarse en una terna del Balón de Oro, este “Bad Boy” acumuló durante toda su trayectoria siete nominaciones para el premio que entrega la revista France Football, lo que habla a las claras de sus virtudes y constancia. Sucede que, a veces, el fútbol es injusto. Quizá, muy de pescar momentos. Porque si uno repara en el hecho de que Michael Owen ganó este premio en 2001 y Rooney nunca lo tuvo entre sus manos es como para replantearse las cosas.
La carrera de Owen se fue diluyendo muy rápidamente. La de Rooney se mantuvo muy regular y pareja a lo largo de sus años en activo. Incluso se dio el lujo de ofrecer un nivel bastante competitivo en la MLS con el DC United antes de regresar a su país para jugar con el Derby County, club con el que finalmente continuará sus labores dentro del mundo del fútbol, pero como entrenador.
Un inglés muy sudamericano
Supongo que, como a mí, a muchos en Sudamérica les pasó que Wayne Rooney les encandiló no sólo por su habilidad, sino también por su personalidad. Desde su poderosa aparición vestido de Toffee, el “Jabalí” se mostró como un “distinto”, como un “elegido”. Por eso al cabo de dos temporadas en el Everton, Sir Alex Ferguson lo quiso tener bajo su cobijo en el Manchester United. La grandeza del nuevo “Wonder Boy” inglés estribó en saberse adaptar a un equipo de futbolistas consagrados y mantenerse por 13 años en una institución de tanta exposición y desgaste como la “Red Devil”.
No fue por arte de magia que “Wazza” se ató al United por más de una década. Fue por sus infinitas virtudes. También por su adaptabilidad a los distintos sistemas. Su altruismo le hizo aceptar el no siempre jugar como atacante, su posición natural. Y es que el United siempre ha sido un imán para los grandes delanteros centros del mundo. Como en la época en la que Rooney tuvo que compartir delantera con Van Persie y Falcao. Caer sobre una banda nunca representó un problema para el bueno de Wayne. Su sacrificio y compromiso eran impropios para ser un delantero.
En la temporada 2007-2008 y en la 2008-2009, llegó a coincidir con el argentino Carlos Tévez en el cuadro de Manchester. Bajo mi concepción, Tévez era para Sudamérica lo que Rooney significaba para Europa. Errada o no, siempre les vinculé por la similitud de su juego. Dos delanteros de no mucha talla y que, aún así, podían desplegar un enorme poderío en el ataque. Rápidos, fuertes, potentes y ágiles con el balón en los pies. Con esta clase de delanteros, un equipo nunca juega en desventaja. Pues siempre entregan un esfuerzo extra. Rooney, al igual que Tévez (aún en activo con Boca Juniors), poseía una garra y un talento descomunal a partes iguales.
A la altura de “Bobby” Charlton
Tanto con Tévez como Cristiano Ronaldo, Rooney formó durante dos temporadas completas (2007-2009) uno de los mejores tríos ofensivos de la historia moderna del fútbol. Un ataque de ensueño que guió al Manchester United a levantar la UCL de 2008 y a jugar la final de 2009 ante el todopoderoso Barcelona. El inglés también lideraría al Man UTD a otra final de Champions en 2011. Solo un excelso Barcelona le apartaría de haber juntado dos “Orejonas” en su museo particular.
Su vitrina es amplia e incluye toda clase de trofeos. Todos ganados como “Red Devil”, vale la pena acotar. Fueron 17 en total. En la campaña de 2017, su año de despedida, Rooney logró lo que parecía imposible: quebrar el récord de goles de Robert “Bobby” Charlton, la máxima leyenda en la historia del Manchester United. “Wazza” terminó su carrera con 253 goles como “Diablo Rojo”. Con la Selección de Inglaterra no deslumbró tanto, pero con todo y eso también superó la cota de Charlton, anotando 53 tantos.
Solo le faltó un gran título con los Tres Leones. Algo de lo que Charlton siempre podrá hacer alarde. Pese a no tenerlo, no caben dudas, Wayne Rooney es el “Bobby” Charlton” de nuestra era. Por lejos, el mejor futbolista inglés de su generación.