Qué difícil es ser fan de un equipo obrero por no decir pequeño, como el Atlético de Madrid. Por más grande que esa escuadra crezca y por más éxitos que se cosechen en cada ciclo, siempre va a llegar el sonido de una última campanada. El momento de la debacle monumental que lleva a añorar esos sabores dulces de victorias pasadas que hoy por hoy se ven tan lejanas.
De repente empiezan a escucharse rumores de dimisiones o cambios de ciclos o un sin fin de propuestas salidas de alguna tertulia. Pero el corazón del aficionado del Atlético de Madrid hace caso omiso a las mismas y se limita a sentir un va y ven de sentimientos que cambia jornada a jornada.
Un contrapunteo de emociones que espera, desea, o sueña que por lo menos una de las tantas metas puedan lograrse o que por lo menos se rescate alguna sensación que devuelva algo de la ilusión perdida esta temporada.
A falta de un par de jornadas para el final de la mayoría de las temporadas de Europa, solo queda disfrutar de lo hermoso de este deporte. Ese sentimiento que nos lleva del sufrimiento a las celebraciones y que genera un pequeño mensaje de aliento para para nuestros muchachos mientras se juegan la vida partido a partido. Ese, ¡aquí estamos! … Un ¡sí se puede! … O, en mi caso, ¡Aupa Atleti!
